Groove

El lugar donde antes podíamos encontrar Los Caprichos del Emperador, en Citlaltépetl, tristemente lo ocupa Groove, un bar adornado con discos e imágenes de los años 70. La casa es muy bonita y lo decoraron bien, con mesas y sillones distintos en cada mini-salita. La música bien al principio pero, conforme avanzaba la noche, el ruido iba en aumento.

Además de los alcoholes ya típicos de bar, aquí pueden pedirse algunos vinos por copa y otros por botella. El dueño (quien supuse lo era, al menos) y varios de los meseros son argentinos, por lo que no es de extrañar que hayan metido el vino a la carta. Esto, por sí mismo, es un gran detalle. Sin embargo, una mala experiencia opacó la noche. Pedí una recomendación directamente en la barra y ésta resultó ser buena. Al terminarme la primer copa pedí otra igual. A la distancia vi cómo servían un vino distinto en una copa. Seguí la trayectoria de la copa hasta que llegó, segundos después, a mis manos. Pregunté, naturalmente, si era el mismo vino, a lo que me contestaron que sí. Decidí no decir nada. Mayor acidez era clara en nariz y mucho más evidente en boca y en el retrogusto. Bastante desagradable. Me acerqué a un amigo que pedía algo en la barra y, tras la pregunta de la mesera de "¿Todo bien?" contesté que insistía en que me parecía un vino distinto y que era demasiado ácido para mi gusto (cabe aclarar que omití en la narración un primer cuestionamiento al que el bartender respondió que seguramente era cosa de mis papilas gustativas). Habló con el dueño y accedieron a servirme una nueva copa. Tras abrir una nueva botella y servir la copa, el bartender me dijo en un tono medio sarcástico algo como "Mirá que abrí una botella nueva".

Un bonito lugar y de ambiente agradable. No probé la comida pero algunas cosas sonaban bien. Lástima que esta primera experiencia me haga desconfiar de ahora en adelante. Si van, asegúrense de pedir lo que quieran tomar directo en la barra y asegurarse que sea eso lo que les sirvan.