Llegué al Salón Conde esperando encontrar esto, reseñado por Alejandro Zárate en Crónicas de Vino y Pipirín hace algún tiempo. Un restaurante tranquilo con comida cantinera sofisticada. Vaya sorpresa la que me llevaría en este local ubicado en el segundo piso de la Fonda Garufa y el Exacto, en Michoacán en la Condesa.
Durante el mes de diciembre cerraron un par de semanas para remodelar el lugar. Supongo que fue entonces cuando le dieron un giro radical a todo. Es ahora una cantina retro-alternativa, con todo y partes del menú pintadas en los espejos y vidrios. El volumen de la música es muy alto y va subiendo conforme la noche avanza.
Las bebidas son las típicas, sumando algunos vinos espumosos y mezcales. Vinos no había más que blanco. La comida, sin embargo, es sensacional. Un caldo de camarón, aunque bastante salado y nada de picor, no podía faltar en una cantina. Los tacos de atún no tienen peros, son magníficos. Atún sellado dentro de una tortilla con un poco de lechuga y demás y tan-tán. El chicharrón de pescado se asemeja visualmente a un pescado asado y medio chamuscado -similar al que ceno con frecuencia- pero su sabor es muy similar al del chicharrón y es una buena opción para quien guste del pescado. La arrachera tenía una parte más cocida que la otra pero, especialmente la menos cocida, estaba muy suave y jugosa. El postre falló: una gelatina de cajeta con rompope y anís. La capa de cajeta estaba rica, la de rompope y la de anís tenían un sabor bastante sutil, lejano a la burda concentración de sabores, pero el conjunto no era nada fabuloso.
Uno de los atractivos principales del lugar es nada más y nada menos que una mesa de futbolito y cuatro maquinitas, pac-man y street fighter entre ellas. No sé qué tanta gente juegue pero a mí me pareció un gran detalle.
Es un buen lugar para ir a echar unos tragos y pasar la noche con amigos. La gente empieza a llegar a eso de las 10 ó 10:30. Para esa hora la música ya ha alcanzado un volumen superior al idóneo. Los precios son bastante amables para la zona: el plato fuerte más caro cuesta unos 70 pesos, la bohemia oscura 28 -otras más baratas- y un mezcal 60 pesos. Vale la pena darse una vuelta.
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